En El Naranjal están entre el gusto por la lluvia… y el susto por el Covid.

 

 

La comunidad nahuatl de El Naranjal en la parte baja del municipio de Tlachichilco tiene costumbre de organizarse.

Han defendido su territorio de las amenazas de invasión y es la única comunidad que realizó el programa PROCEDE con un reparto parejo para todos los ejidatarios.

También se han hecho cargo del albergue indígena de la escuela secundaria desde siempre. Eso les valió que fuera de los pocos albergues del INPI que sobreviven y también lograr que se reconstruyera totalmente hace unos meses.

Pero como todas las comunidades, El Naranjal está afectada por la emigración. Casi la mitad de las familias de los cien ejidatarios tienen parientes en Monterrey. Unos en trabajo en fábrica, otros en la venta de comida y algunas mujeres en el trabajo en casa.

Este año están contentos con la lluvia que está cayendo finalmente. Aunque algo se perdió en las milpas sembradas en mayo, con la sequía de julio. También les tocaron los airones que afectaron Ixhuatlán de Madero y El Papatlar. Entre el gusto por la lluvia y el susto por el Covid, trabaja y se organiza la comunidad de El Naranjal.

Especialmente las mujeres están organizadas en esta comunidad nahuatl. No les da miedo el lodo, ni el calor, para llevar agua en los potreros, ni para cosechar los elotes en la vega del Río Vinazco, el mejor amigo de El Naranjal.

La palabra es de Adalberta Hernández. Ella, junto con su mamá Doña Virgilia, con su hijo Nicolás y con todas sus compañeras, son el alma de la cultura y la raíz firme de la comunidad.

 

En El Naranjal, siguen con el oído atento a escuchar el rayo que viene del mar, para saber que la lluvia sigue y con la unión de mujeres y hombres para que la comunidad salga librada del Covid y otras calamidades.

¡Comparte!

Podría también gustarte...

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *